«La pena más alta para un crimen en Brasil son 30 años, pero yo he cumplido condena durante toda mi vida. Solo seré absuelto por la justicia divina, porque por la de los hombres sé que seré un eterno condenado», decía Moacir Barbosa para describir su historia: ser el portero que recibió los goles de Uruguay en el Maracanazo.
Moacir Barbosa Nascimento comenzó su carrera de forma amateur en 1940, como extremo izquierdo. Un año después cambió de equipo y, en vista de la lesión del portero titular, pasó a jugar bajo los tres palos.
En 1945 fichó con Vasco de Gama, donde ganó cinco Campeonatos Cariocas. Por su corta estatura y corpulencia no podía esperar cualquier remate bajo el arco, así que revolucionó su manera de atajar anticipándose.
Además, se convirtió en el primer portero negro en debutar con la selección de Brasil. Barbosa ya era un fijo durante el Campeonato Sudamericano (hoy Copa América) de 1949, en el que se proclamó campeón. Incluso, venía de proclamarse en el Campeonato Sudamericano de Campeones (precursor de la Copa Libertadores).
En vista de sus buenas actuaciones, Moacir defendió el arco de la Canarinha en la Copa Mundial de 1950, donde Brasil llegaba no solo como anfitriona, sino también como favorita.
La previa del Maracanazo
La Segunda Guerra Mundial causó que varias selecciones no quisieran participar en aquel Mundial. Por ello, la FIFA se vio obligada a cambiar el formato en la fase final: una liguilla entre cuatro elencos. Para consagrarse, a la Canartinha le bastaba empatar contra Uruguay; así que predominaba un ambiente de triunfalismo excesivo.
Una muestra de esto es que el Diario de Río tenía impreso en su portada: «O Brasil vencerá – A Copa será nossa«; mientras que en la plana del periódico O Mundo se leía: «Brasil Campeão Mundial de Futebol 1950«.
Además, había una banda de músicos en el estadio, con instrucciones de interpretar el himno del ganador del partido. Las autoridades no le entregaron la partitura del himno uruguayo por considerarlo innecesario.
Previo al decisivo encuentro, la Celeste recibió la visita de unos diplomáticos de su embajada, quienes les pidieron que sufrieran «una derrota digna»; es decir, sin goleada. Hasta Jules Rimet, entonces presidente de la FIFA, llevaba en el bolsillo de su chaqueta un discurso en luso.
La peor derrota de la historia de Brasil
Pero los charrúas le dieron una cachetada a los pronósticos. Luego de un primer tiempo sin goles, se impusieron 2-1 en el estadio Maracaná, ante los casi 2000.000 espectadores. Y eso que Brasil se había puesto en ventaja.
Barbosa pasó de querido a odiado. Muchos brasileños le echaron la culpa porque no pudo evitar los goles, sobre todo el segundo, que convirtió Alcides Ghiggia. Acostumbrado a anticiparse a sus rivales, el portero dio un paso hacia adelante y dejó desguarnecido su primer palo. Todo lo bueno que había hecho quedó en el olvido.
«Llegué a tocarla y creí que la había desviado al tiro de esquina, pero escuché el silencio del estadio y me tuve que armar de valor para mirar hacia atrás. Cuando me di cuenta de que la pelota estaba dentro del arco, un frío paralizante recorrió todo mi cuerpo y sentí de inmediato la mirada de todo el estadio sobre mí».
Desde entonces, Brasil dejó de vestir su camiseta blanca con detalles azules; pasó a jugar con la combinación de colores que se conoce en la actualidad: verdeamarelo. Se dice que hubo altercados en las calles, y cientos de personas se quitaron la vida debido a apuestas impagables.
La cruz de Moacir Barbosa
Aquella tragedia representó la muerte en vida para Moacir. Más allá de que mantuvo la titularidad en la Canarinha hasta 1953 y en Vasco da Gama hasta 1955, terminó jugando en equipos de menor categoría.
En 1962 colgó los guantes, a los 41 años. De allí ocupó un cargo en la Superintendencia de Deportes de Río de Janeiro; pero tuvo que apartarse del fútbol porque la sociedad lo seguía culpando del Maracanazo.
De hecho, los gerentes del estadio reemplazaron las porterías en 1963 y le regalaron a Barbosa la original de madera. Este no dudó en quemarla, pero se quedó con un trozo que luego sus herederos subastaron.
Décadas más tarde visitó a la selección brasileña, que estaba concentrada para disputar el Mundial de 1994. Sin embargo, Mário Zagallo y su cuerpo técnico le prohibieron la entrada: creían que les daría mala suerte.
Tanto así que ningún otro portero negro volvería a ser titular en la selección. Tuvo que pasar casi medio siglo para que Nelson de Jesus Silva, más conocido como Dida, rompiera la tendencia con su debut en 1999.
Además del desprecio colectivo, Moacir Barbosa tuvo que lidiar con la muerte de su esposa, un cáncer y la pobreza; aunque recibía una pensión alimenticia de Vasco de Gama. El 8 de abril de 2000 murió por segunda vez, a los 79 años, por un derrame cerebral. Fue hasta 2021 que la Confederación Brasileña le rindió homenaje.
“Si hubiera sabido, en aquel momento, que la culpa recaería en un solo hombre, no habría metido el gol. Le echaron la culpa a él, pero son once los que ganan y once los que pierden»
Alcides Ghiggia
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