Golpeado, de esta forma se ha visto el fútbol en Brasil como consecuencia de un esquema de amaños de partidos. Y es que equipos de primera división, como Santos, Fluminense, Cruzeiro, Athletico Paranaense, Cruzeiro y América do Río, tuvieron que tomar cartas en el asunto sobre los implicados.
Las claves de los amaños
Las autoridades identificaron la manipulación de los resultados de al menos «13 partidos de fútbol», de los que ocho corresponden la primera división de 2022. Los otros eran de la segunda categoría de 2022 y de campeonatos estatales de 2023.
Todos los implicados quedaron apartados de sus equipos; cuando sus nombres aparecieron en conversaciones con apostadores. Los señalados, de los cuales algunos aceptaron los cargos y negocian con la justicia, podrían pagar hasta seis años de cárcel.
Los futbolistas acusados son: Bryan García y Pedrinho (Athletico Paranaense), Vítor Mendes (Fluminense), Richard (Cruzeiro), Eduardo Bauermann (Santos), Igor Cariús (Sport); Victor Ramos (Chapecoense), Fernando Neto (Sao Bernardo), Paulo Miranda (Náutico), Matheus Gomes (Sergipe) y Gabriel Tota (Ypiranga).
¿Cómo se descubrió?
Las alertas se encendieron en noviembre, cuando Hugo Jorge Bravo, presidente del Vila Nova de Goiás, denunció, ante la Fiscalía de ese estado de Brasil, que tres partidos de la segunda división, en la que su equipo participa, estaban manipulados.
El directivo supo que uno de sus jugadores, el mediocampista Romário, de 20 años de edad, estaría involucrado; tal como reseña un reportaje de la agencia de noticias AFP.
La información le habría llegado cuando el futbolista no cumplió el pacto con los apostadores: cometer un penalti en el partido contra Sport Recife, en la última fecha del Brasileirao B, a cambio de una suma equivalente a unos 30.000 dólares al cambio actual.
Romário recibió un adelanto de 2.000 dólares, pero no recibió la convocatoria para el partido. Los apostadores presionaron al mediocampista, a quien despidieron a finales de noviembre y denunciaron ante la justicia, para que les indemnizara el perjuicio económico.
¿Cómo operaban?
Apostadores o intermediarios abordaban a los jugadores en las redes sociales o aplicaciones de mensajería, y apostaban en sitios en línea, que son considerados víctimas. Les ofrecían entre 10.000 y 100.000 dólares por ser amonestados o expulsados, forzar tiros de esquina, provocar penales o garantizar marcadores.
Esta banda se encargaba de reclutar «jugadores profesionales» para «garantizarse» que ocurrieran determinadas acciones en los partidos y «asegurarse así el éxito de elevadas apuestas deportivas», en plataformas como «Bet365» y «Betano».
El grupo delictivo también usaba «numerosas cuentas de terceros para aumentar sus beneficios y ocultar a los verdaderos beneficiarios». Se valía de «intermediarios» que identifican y establecían «contacto con los futbolistas dispuestos a corromperse».
Las medidas adoptadas
El ministro de Justicia, Flávio Dino, pidió a la Policía Federal que investigue el caso. El Congreso creó dos comisiones para indagar las manipulaciones, una de las cuales debe estar presidida por el senador y exdelantero Romário, campeón del mundo en 1994.
Por su parte, la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF) pidió que «castigos ejemplares» a los futbolistas que encuentren culpables, de hacer amaños en partidos; para favorecer a una mafia de apuestas deportivas, aunque no suspenderá la temporada del Brasileirao.
«Soy partidario de la suspensión preventiva (de jugadores) basada en sospechas concretas e incluso de la expulsión del deporte en casos probados. Quien comete crímenes no debe formar parte del fútbol».
Ednaldo Rodrigues, presidente de la CBF
El último escándalo de amaños en el fútbol de Brasil es la «Máfia do Apito» (Mafia del Silbato), en el cual dos árbitros se aliaron con apostadores para adulterar los resultados del Brasileirao en 2005. 11 partidos tuvieron que repetirse, y los jueces quedaron vetados.
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